. . . Ya parecía raro verlo nuevamente en aquel mueble rojo, donde muchas veces jugaron a hacerse el amor. Era sólo una visita de gratitud, por los momentos juntos y por el tiempo que pasaron sin verse. Por el daño "irreparable". Por el ángel que encontró en ella y que no pudo, ni podrá amar.
No planeó nada, porque -sin saberlo- estuvo preparado desde hace mucho por si se daba el momento. Hasta que llegó:
Cada paso era preciso. Sintió que todo se ajustaba a sus pensamientos. La noche, la hora y las calles solitarias se pusieron de su lado. Terminó por decidirse cuando,escuchó repetir -una vez más- que, a pesar que era una mujer perfecta, no podía amarla.
Hizo casual el momento de oscuridad y dejó trabajar al rencor que estaba pronto a alimentar.
Algunas sombras de forcejeo se dibujaron en la pared crema, convirtiéndose en el escenario principal. Lloraba. Quizá confusa, quizá cansada de tanto apuñarlo, quizá arrepentida. Ya no imporaba lo que sentía. Ya no importaba nada.
Quizá ya no lo amaba, pero, a veces se mata por amor, pensó.
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